
El ser humano es un animal altamente social. Se cree que su inmenso cerebro, el más grande de la naturaleza en relación al cuerpo, evolucionó como una adaptación a lidiar con el intrincado mundo social en el que nos movemos. Un nuevo estudio analiza cómo la risa juega un papel importante en la creación de lazos sociales.
Dentro del reino animal, los que tienen un cerebro mayor con respecto al tamaño del cuerpo son los primates. Nosotros somos uno de ellos, y también somos el más cabezón de todos. La teoría principal entre los expertos es que este grupo tiene un cerebro tan grande porque debe lidiar con las alianzas, vínculos y lazos que se deben crear para sobrevivir dentro del grupo social en el que se vive. Entre los primates no triunfa el que tiene los colmillos más largo, los cuernos más fuertes, o la fuerza mayor, sino que triunfa el que ha creado mejores alianzas. Esto se ve en los chimpancés y los bonobos, nuestros parientes evolutivos más cercanos, con quienes compartimos un 98 por ciento del genoma.
Así es que los lazos afectivos y sociales son clave dentro de las comunidades humanas, y al parecer la risa juegan un rol principal. Nuestras comunidades son mucho más amplias que las de otros primates, y por ello requieren de que se le dedique más tiempo a mantener las actividades sociales. Sin embargo, existe un máximo de tiempo que se le puede dedicar a las demandas sociales, y entre los primates no humanos, este límite de tiempo también fija el límite del tamaño del grupo social en sí.
Por eso es que surge la hipótesis de que la risa provee capacidades adicionales de lazos afectivos en los humanos al permitir un incremento en el tamaño de ese grupo social. En un estudio publicado en Evolution and Human Behavior se analiza la forma en que se generan los “grupos de risa”, y han descubierto que las risas y carcajadas efectivamente permiten triplicar el número de lazos que se pueden mantener al mismo tiempo.
La risa no es algo que sólo disfrutamos nosotros los humanos, también ocurre entre los grandes simios, pero entre nosotros es uno de los comportamientos más distintivos. Es altamente social, y altamente contagiosa, lo que indica su función, es decir por qué fue seleccionada por la evolución. El intercambio de risas dentro de un grupo, o entre personas, hace que esa relación social sea más satisfactoria.
Los demás primates sociabilizan con lo que se conoce como el cepillado, que consiste en que un individuo revisa el pelaje de otro en busca de piojos o algún otro insecto molesto. De ese modo se mantienen los lasos afectivos, y se crean alianzas. Pero claro, hay un límite de cuántos individuos se puede cepillar. El cepillado libera endorfinas, que le brindan placer al que lo hace. En los humanos existe otra forma de crear y mantener lazos, que es la risa, que permite que el grupo con el que se mantiene lazos sociales sea mucho mayor. Y la risa también nos brinda placer mediante las endorfinas.
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