El paso del geocentrismo al heliocentrismo

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Existen dos libros que arrojaron al hombre del pedestal en el que lo había colocado otro libro. Este último es la Biblia, que dice que el hombre es la creación más fina de Dios, y que todo lo demás, gira en derredor del hombre. Un libro le quitó al hombre el honor de ser el centro del universo: De Revolutionibus Orbium Coelestium, publicado en 1543; el otro lo igualó con el resto de los animales, ya que todos hemos evolucionado de un ancestro común, como dejó bien claro Charles Darwin en 1859 con su libro El origen de las especies. Pero hoy vamos a hablar del increíble cambio científico, cultural y social que ocurrió cuando se pasó del geocentrismo al heliocentrismo.

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La teoría geocéntrica

Desde la antigüedad, la ciencia siempre colocó a la Tierra en el centro del Universo, con el Sol y el resto de los astros girando en derredor de ella. Así lo creían los  antiguos babilonios y también la mayoría de los pensadores griegos. Esta es la llamada Teoría geocéntrica, que se impuso en la ciencia europea con fuerza durante más de 1600 años gracias a la obra escrita por Claudio Ptolomeo hacia el año 150 de nuestra era: El Almagesto. Allí se introdujo el llamado Sistema Ptolemaico que estuvo en vigor hasta el siglo XVI, cuando fue desbancada por el libro que mencionamos antes.

teoria geocentrica, PtolomeoEl sistema prolemaico perfeccionó la visión del cielo explicando las inconsistencias que notaba cualquier observador de los astros. Las estrellas, el Sol, la Luna y los planetas giraban alrededor de la Tierra cada día de este a oeste. Pero no eran las estrellas las que giraban, ellos permanecían quietos en el cielo, la que giraba era la Tierra, de oeste a este, creando la ilusión del movimiento del cielo. Ahora, la Luna y el Sol, sí giraban alrededor de la Tierra. Lo que no encajaba del todo era el movimiento errante de los planetas, que también debían girar en derredor de la Tierra. Por ello en el sistema ptolemaico cada planeta se mueve de diferentes esferas. Un sistema complejo que le otorgaba dos esferas a cada planeta, una centrada en la Tierra, a la que llamaban deferente, y otra esfera sobre la que se ubicaba el planeta en sí, que roraba sobre la esfera deferente, lo que permitía explicar por qué los planetas se alejaban y se acercaban de la Tierra.

Existían varias esferas con un orden especial que las ubicaba más o menos cerca de la Tierra. La más cercana era la de la Luna, seguida por la de Mercurio, Venus, la del Sol, Marte, Júpiter y Saturno, con la más alejada de las estrellas no fijas. Este sistema ptolemaico que explicaba el geocentrismo, había sido una mejora sobre el sistema desarrollado por Aristóteles para explicar cómo se movían los astros alrededor de nuestro planeta. Pero tenía muchos errores, lo que llevó a muchos pensadores, incluso en tiempos  de Ptolomeo, a crear teorías alternativas.

Por ejemplo, los pitagóricos pensaban que la Tierra era sólo uno de los planetas que giraban en derredor de un fuego central. El más radical fue Aristarco de Samos, que escribió un libro explicando que todo giraba alrededor del Sol, es decir una primera teoría heliocéntrica, pero no fue popular, y su libro se perdió, sólo nos quedó algunos comentarios que hizo de él Seleuco de Seleucia.

Sería un polaco el que tiraría por tierra las inconsistencias del Sistema Ptolemaico. El astrónomo y clérigo católico Nicolás Copérnico, que en 1543 publicó su libro De Revolutionibus Orbium Coelestium en el que aseguraba, con pruebas, que la Tierra y los demás planetas giraban en derredor del Sol. Pero a pesar de todo, el sistema geocéntrico se mantuvo muchos años más, y todavía hoy algunos fanáticos religiosos lo siguen creyendo cierto.

Teoría heliocéntrica

Teoria heliocentrica, CopérnicoEn tiempos de Copérnico se habían acumulado tantas observaciones de los planetas y las estrellas, que el sistema ptolemaico requería explicaciones ilógicas y barrocas para poder sostenerse. Pero como era apoyado por la Iglesia Católica, y contradecirla podía significar la muerte, mejor no hablar. Pero Copérnico fue  acumulando pruebas lógicas de que el Sol, y no la Tierra eran el centro de giro de los astros del cielo. Esto podría explicar todas las inconsistencias del sistema ptolemaico. Las matemáticas para representar los movimientos de los planetas era mucho más sencilla si se cambiaba ese pequeño detalle, que social y culturalmente no era tan pequeño.

Copérnico decía que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que ese eje de rotación estaba inclinado, como el de un trompo. Pero que a su vez giraba alrededor del Sol. Sin embargo mantuvo el sistema de esferas sobre las cuales los planetas, la Tierra incluida, giraban alrededor del Sol, con una esfera para las estrellas que también consideraba inmóviles. Este cambio, significaba ir en contra de los grandes ideales de la religión católica, que implicaban la contemplación de la majestuosidad de los cielos hechos por Dios.

Ya hacia 1530 Copérnico comenzó a hablar sobre el tema, seguro de que sus cálculos lo respaldarían ante los ataques de los académicos más dogmáticos. Dejó circular un manuscrito con sus conclusiones, y encontró seguidores, así como acérrimos enemigos. Uno de estos fue Martin Lutero, que acusaba de necio a Copérnico por negar a la Biblia. Lutero fue el inspirador de la Reforma Protestante. Pero Copérnico logró que el mismísimo papa Clemente VII aprobase la circulación del resumen publicado por su discípulo Georg Joachim Rheticus en 1540, e incluso pidió que se publicase la obra completa. Copérnico se puso a escribir e incluso le dedicó la obra al papa. El libro fue finalmente publicado en 1543, el mismo día en que falleció Copérnico, y así se inició la llamada Revolución Copernicana.

Esta revolución se generó porque se abrieron caminos que romperían con las barreras que la religión le ponía al pensamiento científico. El libro de Copérnico trajo muchos cambios científicos, principalmente el de alejar a la naturaleza de la religión, y el de unir al hombre cada vez más con la naturaleza. Algo que se terminaría de lograr con la obra antes mencionada de Charles Darwin en 1859.

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