
Nuevas investigaciones lanzaron resultados que amplían la posibilidad de encontrar más agua congelada en los cráteres de la Luna.
El cráter Shackleton a través de la sonda LRO
Cada vez más indicios
Ayer un grupo de científicos estadounidenses publicó los resultados de una reciente investigación en la revista científica Nature.
En él detallan sus observaciones del cráter lunar Shackleton, en el polo sur de la Luna. Se trata de una gran depresión que mide unos 19 kilómetros de largo y se hunde hasta los 3 kilómetros de profundidad.
Los cráteres del polo sur de la Luna
Es un lugar así, la luz del Sol no llega al fondo. Y esa es la causa que llevó a los científicos, liderados por la renombrada geofísica Maria Zuber, a poner la mira sobre este cráter: allí las probabilidades de encontrar agua congelada son mayores.
Pero, ¿qué encontraron? ¿vieron agua, hielo? No. Como sucede generalmente en astrofísica, los humanos están limitados por las distancias y la tecnología, por lo que gran parte se termina conociendo a través del método de la inducción (siempre abierto a nuevos ajustes).
En este caso, la NASA iluminó el interior del cráter Shackleton con un láser de luz infrarroja, a través de la Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), una sonda que orbita permanentemente a la Luna desde 2009, y que recolectó toda la información necesaria para mapear más detalladamente a la Luna.
Los resultados del experimento indicaron que el suelo del cráter era más reflectivo que el resto de los cráteres cercanos, sugiriendo que la diferencia se debe a que podría existir agua congelada en el fondo.
La imagen del cráter Shackleton obtenida por la sonda LRO (NASA)
Maria Zuber estima que el fondo del cráter podría estar formado en un 20% o más de agua congelada, pero que también podría tratarse perfectamente de una falsa alarma.
La cautelosa duda de la geofísica se debe a que también encontraron que algunas paredes del cráter presentaban el mismo brillo, lo cual contradice la idea generalizada de que, de haber agua en la Luna, exisitiría en el fondo de los cráteres, donde las radiaciones solares nunca llegan para evaporar el agua.
Por eso, existe la posibilidad de que la reflexión que encontraron en Shackleton se deba a otra cosa. Tal vez terremotos lunares, provocados por el impacto de algún meteorito, o por la acción gravitacional de la Tierra (recordemos que la Luna no presenta actividad volcánica).
Estos terremotos podrían haber sacado a relucir terreno subterráneo, nuevo y más brillante que el de la superficie.
Pistas previas
Más allá de si existe o no agua en el cráter Shackleton, no hay que olvidar que la NASA encontró en 2009 indicios más claros de agua congelada en los cráteres del polo norte de la Luna. Hielo que podría traducirse en 600 millones de toneladas.
Los datos fueron obtenidos en aquella ocasión a través del Mini-SAR a bordo de la sonda india Chandrayaan 1, un radar que utiliza ondas de radio para analizar las propiedades de la superficie.
Más de 40 cráteres en el polo norte donde habría hielo según el Mini-SAR (NASA)
También la misión LCROSS (que hizo impactar una sonda contra la Luna para obtener muestras y analizarlas) obtuvo algunos indicios de la existencia de agua en la Luna.
LCROSS dedujo, a través de análisis espectrales, la existencia de oxidrilos (en ultravioleta), que son uniones atribuídas al resultado de la ruptura de moléculas de agua ante la acción del Sol.
Antes de tirarse a la pileta
Estos importantes indicios llevan a los científicos a empezar a hacerse la idea de que podría existir algo más que roca y polvo en la Luna.
Pero muchos no se equivocan al ser cautelosos ante las evidencias presentadas por la NASA de que existe hielo en la Luna, y en grandes cantidades (las investigaciones japonesas no lanzaron los mismos resultados).
La NASA enfrenta problemas presupuestarios, recortes, y algunas directivas que provienen desde el Estado. A veces sus noticias más optimistas no están libres de algún eco político.
Por otro lado, la existencia de determinadas cantidades de agua congelada en la Luna tampoco significa inmediatamente que podamos hablar de posible vida o de una base natural para las operaciones espaciales humanas.
Asentarse en la Luna, hoy por hoy, sería mejor visto como un fin en sí mismo, más que como un medio para alcanzar nuevas metas espaciales.