¿Cómo limpia el jabón?

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Algunos pasarán por el lavabo y lavarán sus manos de forma automática, mientras piensan en cualquier cosa. Otros, mirarán con atención cómo se forma la espuma al frotar las manos mojadas y enjabonadas, y se preguntarán ¿cómo limpia el jabón? ¿Cómo hace para llevarse la suciedad que se había impregnado en nuestras manos?

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El jabón no es algo nuevo, una tecnología novedosa incomprensible, sino que ha estado con nosotros desde la antigüedad, al menos desde el siglo primero después de Cristo. En esa época el historiador romano Plinio el viejo describió diversas formas de jabones duros y blandos, incluso con colorantes, que los romanos llamaban rutilandis capillis. Si bien por aquellos tiempos tenían otra utilidad, la de limpiar el cabello e incluso teñirlo de colores brillantes. La mayoría de los jabones se producían con sebo de cabra y ceniza de haya. Pero hacia el año 1500 fueron los franceses quienes comenzaron a producir jabones a partir de aceites vegetales como el de oliva, en vez de utilizar grasas animales.

Pero antes de seguir con su historia, primero necesitamos saber qué es el jabón y cómo se hace, a fin de comprender cómo actúa para limpiar. Los jabones se hace a partir de aceites vegetales o animales, y grasas. Las grasas y los aceites están compuestos de triglicéridos, que son tres moléculas de ácidos grasos unidas a una única molécula de glicerol. Para que puedan actuar como un producto limpiante se los trata con una solución alcalina, que suele ser soda cáustica, que se ocupa de generar una reacción química conocida como saponificación, que es la que forma al jabón como lo conocemos. A este proceso recién se llegó hacia el 1800, pero fue a partir de la década del 60 del siglo XX en que se comenzó a fabricar como hoy en día, eliminando productos que podrían ser dañinos y contaminantes.

¿Y cómo es que limpia el jabón? Las moléculas de las que hablábamos antes tienen la capacidad de actuar de enlace entre el agua y las partículas de suciedad. Una parte de las moléculas del jabón atraen al agua, y la otra la repele. Lo que se logra con esta doble cualidad es que sustancias que no se verían afectadas por el agua ahora se adhieren, y son envueltas por las moléculas de jabón, la espuma, que termina escurriéndose de nuestras manos, o de lo que sea que estemos lavando con jabón.

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