
¿Cuáles son los cúmulos de estrellas más destacables del cielo y qué se necesita para verlos?
Las Pléyades (por el Observatorio del Monte Palomar)
Los misteriosos cúmulos
Seamos realistas: la observación de estrellas aisladas se encuentra entre las actividades más insulsas de la astronomía amateur.
Los instrumentos de los aficionados difícilmente arrojan más información sobre las estrellas que su color y magnitud. Una estrella sigue siendo, desde nuestra humilde ubicación, un punto brillante.
Pero cuando las estrellas están agrupadas, es otra cosa. Ya mencionamos anteriormente el caso de las estrellas dobles, y lo interesante que resulta descubrir que, lo que en muchos casos se ve como un punto es, en realidad, un sistema binario de estrellas, de distintos colores y tamaños.
El caso de los cúmulos estelares es de interés similar, ofrece una oportunidad única para observar estrellas, sus diferencias y sus contrastes.
Pero lo que llama la atención de los observadores es la totalidad de estos increíbles objetos celestes, rodeados a veces del misterioso halo de nubes de gas y polvo, o escondiendo su identidad bajo la sospecha de ser difusas nebulosas.
Brillando: el cúmulo Omega Centauri, más abajo y a la izquierda: meteoro Liríada. (por TomH)
Es revelador descubrir que, en realidad, algunas están compuestas de miles de estrellas aglutinadas.
Y así, de pasada, acabamos de describir las principales características de los dos tipos de cúmulos de estrellas que hay:
Los cúmulos abiertos son agrupaciones de estrellas jóvenes relacionadas entre sí por la gravedad, rodeadas generalmente por las nubes de elementos gaseosos que las generaron, y que siguen formando nuevas estrellas.
Un cúmulo de estrellas abierto se ve sin una forma definida, pero claramente forman un grupo separado de otras estrellas. El caso más conocido es, por supuesto el de las hermosas Pléyades, visible a simple vista desde todas las latitudes.
Los cúmulos globulares, en cambio, son cerrados, aglutinaciones sorprendentemente concentradas de miles o millones de estrellas.
Resulta realmente interesante, por no decir inquietante, encontrarse con uno de estos al observar el cielo estrellado en una noche oscura en el campo.
Los más grandes, aparecen a simple vista como una pequeña mancha redonda, que pueden fácilmente confundirse con una nebulosa. Pero, si ampliamos la visión con tan sólo unos prismáticos básicos, descubrimos que la nube es en realidad una conglomeración de numerosas estrellas.
Los cúmulos globulares son antiguos y lejanos, se sitúan en los bordes de nuestra galaxia y de otras galaxias.
A simple vista
Algunos cúmulos son visibles a simple vista, y siempre resulta gratificante descubrir su peculiaridad contrastando con el resto de los objetos celestes.
El más luminoso es un verdadero monstruo celestial: Omega Centauri, un cúmulo globular formado por 10 millones de estrellas que orbita los lindes de nuestra galaxia y se encuentra lejos, a 17.000 años luz.
Se estima que la edad de Omega Centauri es ancestral, y que incluso pudo haber sido el núcleo de una antigua galaxia ya destruida, devorada por la gran Vía Láctea. Omega Centauri es visible preferentemente desde el hemisferio sur, en la constelación del Centauro.
Omega Centauri (desde La Silla Observatory, ESO)
Otro gran cúmulo globular que puede encontrarse a simple vista en los cielos oscuros meridionales es el brillante 47 Tucanae, en la constelación de Tucana. También está situado a una distancia similar a la de Omega Centauri.
Tan lejos están estos cúmulos globulares, que la luz que percibimos hoy fue emitida, en realidad, cuando el Homo Sapiens recién comenzaba a prevalecer entre los homínidos.
En el hemisferio norte, a simple vista, pero con un cielo excelente o la ayuda de prismáticos, el observador puede encontrar un importante cúmulo globular: M13, el Gran Cúmulo en la constelación de Hércules.
En cuanto cúmulos abiertos y visibles a simple vista, los más populares son las Pléyades (M45), y también las Híades, ambas en la constelación de Tauro y visibles prácticamente en todas las latitudes.
En Géminis se encuentra otro cúmulo abierto, rotulado M35, también visible en cielos oscuros, y muy interesante para observar con telescopio, así se descubre otro cúmulo cercano y más pequeño titulado NGC 2158.
Prismáticos y telescopios
En el caso de los cúmulos, es una buena idea contar tanto con telescopios como con prismáticos, aunque los más destacables pueden observarse a simple vista, como mencionamos.
La ventaja del binocular ya la destacamos numerosas veces: ofrece una comodidad envidiable para el observador pero, especialmente importante para el caso de los cúmulos, brinda un mayor campo de visión.
Los cúmulos abiertos, sobre todo, ocupan una buena porción del cielo (comparando con otros objetos celestes), algunos llenan tanto espacio como la Luna.
Para contemplar la belleza de un cúmulo abierto en su totalidad, los prismáticos son ideales, porque nos permiten observarlo por entero, apreciando el conjunto que forman, y sin perder de vista la nubocidad que se relaciona muchas veces con estos grupos de estrellas.
Arriba: Pléyades, centro: Marte, debajo: Híades, derecha: meteoro perseida (por John Chumack)
En caso de intentar observarlos a través de un telescopio, lo cual también es totalmente recomendable, es preferible utilizar los oculares de menor aumento.
Los cúmulos globulares, en cambio, son objetos muy interesantes de observar a través del aumento. De nuevo, la previa observación a simple vista o a través de binoculares no deja de ser muy aconsejable (probablemente lo veremos como una mancha ténue).
Aplicando oculares y diámetros mayores, los cúmulos globulares comenzarán a revelar sus secretos. La mancha aparecerá conformada por un sinfín de puntos brillantes, cada vez más aglutinados en el centro de la esfera que conforman.
Lo ideal para la observación de cúmulos de estrellas en general, es contar con un buen cielo, y comenzar a buscarlos con el ojo, a veces utilizando la vista periférica que detecta más fácilmente las nubes y manchas en el cielo.
Luego, la recomendación es pasar a los binoculares y, progresivamente, incrementar el aumento a través de la utilización de un telescopio, esto último para los cúmulos cerrados en particular.
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