¿Por qué se liberan 250 millones de espermatozoides durante e sexo?

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“Cada espermatozoide es sagrado. Cada espermatozoide es genial. Si un espermatozoide es desperdiciado, Dios se pone un poco furioso”, dice la canción de los Monty Python en al película The Meaning of Life (1983, El sentido de la vida). Es bastante gracioso por lo ridículo. Un hombre puede producir unos 525 mil millones de espermatozoides en el transcurso de su vida, y puede llegar a derramar un promedio de 250 millones de espermatozoides en una única eyaculación. ¿Por qué tantos? ¿Qué no alcanza con uno sólo para el único óvulo femenino?

espermatozoides

Justamente, la mujer nace con unos 2 millones de folículos ováricos, que durante la ovulación se transforma en un óvulo, el cual al ser fecundado por un único espermatozoide, será la iniciación de un nuevo ser humano. Pero para la pubertad, la mayoría de los folículos de la mujer se cerrarán, y sólo serán liberados unos 450 óvulos a lo largo de su vida fértil.

Tan sólo hace falta un único espermatozoide y un óvulo para crear a un bebé, así que si la mujer ya nace con los suyos, y son tan pocos, ¿por qué los hombres producen millones por mes? La razón es la competencia. Tener la mayor cantidad de esperma cerca de óvulo, implica una mayor probabilidad de que sea el propio y no el del vecino el que fertilice al óvulo.

espermatozoide ganador, fecundando un óvuloEste tipo de competencia es un imperativo evolutivo para un macho de cualquier especie. Si el esperma de un rival fertiliza al huevo, entonces la oportunidad de pasar nuestros genes se ha perdido. A través de las generaciones, el botín reproductivo va a parar a quien produzca más esperma, y sus genes serán pasados a la siguiente generación. Los genes de los que produzcan poco esperma, serán depurados de la población.

Pero si se tratase de “más es mejor”, entonces los machos de todas las especies habrían evolucionado para tener testículos gigantes, en una apuesta constante por la competencia. Pero no es tan simple, el número es importante, pero también lo es la proximidad del esperma, aparte del hecho de poder llegar a la hembra en primer lugar.

En los años 1980, investigadores ingleses y estadounidenses, se dieron cuenta que tanto la proximidad como la cantidad era un factor importante en la fisiología de los primates, grupo de mamíferos del cual formamos parte. En las sociedades primates, con rígidas estructuras sociales, y un macho dominante que se aparea con todas las hembras, los testículos tienden a ser pequeños. Entre los gorilas, por ejemplo, son muy pequeños para el tamaño corporal que tienen. (No se lo digan en la cara, igualmente). En su sociedad, un macho defiende con violencia un harem para asegurar que su esperma llega cerca de los óvulos. En este caso, poder fabricar mucho más esperma con unos super testículos, no ayuda para nada al gorila macho.

Pero en el otro extremo tenemos a los chimpancés, entre los cuales la competencia por hacer llegar el esperma es algo serio. En la sociedad chimpancé, son muchos los machos que viven en un grupo junto con las hembras del grupo, por lo que tanto los machos como las hembras, tienen sexo con diferentes compañeros en un lapso de tiempo muy corto. Por ello, los chimpancés, tienen testículos mucho más grandes que los de los gorilas, en relación a su cuerpo. Es más, son los primates con los testículos más grandes, 15 veces más grandes que los de los gorilas. Eso les da una mejor posibilidad de que si varios machos han derramado su esperma dentro de una misma hembra, tendrá mejores posibilidades el que haya derramado una mayor cantidad de espermatozoides.

Nosotros los humanos estamos en un punto intermedio entre los chimpancés y los gorilas. Nuestros testículos son el doble de grandes que los de un gorila, pero seis veces más pequeño que el de un chimpancé, en relación a nuestro peso corporal. La mayoría de los investigadores creen que el tamaño mayor de nuestros testículos, y la gran cantidad de espermatozoides que liberamos, se debe a un resabio evolutivo de cuando teníamos una sociedad primate más parecida a la de los chimpancés. Esto debe haber ocurrido hace unos dos millones de años, seguramente cuando nuestro género humano estaba comenzando, y compartíamos el planeta con otras especies de homínidos como los Australopitecos.

Fuente: Life Little Mysteries

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