
Si nos comparamos con otros primates, como por ejemplo los chimpancés, nuestros bebés humanos nacen subdesarrollados, totalmente indefensos y necesitados de cuidados maternos, ya que todavía les queda un largo camino de desarrollo fuera de la panza.
El cerebro de los recién nacidos tiene un 30 por ciento del tamaño que tendrá de adulto, comparado con un 40 por ciento en chimpancés, nuestro pariente primate más cercano. Para que nuestros bebés humanos nazcan con el grado de desarrollo con que nacen los chimpancés, las mujeres deberían llevarlos en sus barrigas entre 18 y 21 meses.
Pero claro, hay un pequeño problema, no podrían salir por el canal de la pelvis. Según la teoría hasta ahora, los embarazos humanos duran 9 meses porque sino las mujeres no podrían dar a luz a niños tan cabezones.
Pero un nuevo estudio de la antropóloga Holly Dunsworth y colegas de la Universidad de Rhode Island, Estados Unidos, no sería tan así, sino que el tiempo de gestación se debería más a una cierta capacidad metabólica de las madres, más que a un problema de pelvis.
Existe un dilema evolutivo en nuestra especie. Entre los antropólogos se llama el dilema obstétrico. Desde que nuestros antepasados primates comenzaron a caminar en dos patas de forma habitual, hace al menos unos 6 a 7 millones de años, la pelvis de las mujeres se redujo, y por ende el canal de parto por el que salen los bebés.
Pero el problema es que al mismo tiempo la evolución favoreció el aumento del cerebro entre esas especies primates que fueron nuestros antepasados. Por esa razón, los bebés nacen antes de lo que sería el ideal, y nuestros antepasado tuvieron una infancia cada vez más prolongada.
Dunsworth sugiere en su estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, que los humanos no están cortando la gestación, es decir, no dan por terminada la gestación a los 9 meses porque sino el bebé no saldrá por el canal de parto.
Luego de hacer cálculos tomando en cuenta el tamaño del cuerpo, Dunsworth descubrió que estamos segundos después de los orangutanes, en la duración del embarazo, y sólo nos pasamos unos 37 días con respecto al tiempo de gestación de los gorilas y chimpancés.
Es decir que en realidad nuestra gestación no es más corta que el resto, sino que dura más de lo que pensábamos, si tomamos en cuenta la relación del tamaño corporal con el tiempo de gestación. Las madres humanas invierten mucha más energía en sus bebés mientras los llevan en la panza.
Los investigadores descubrieron que los bebés humanos nacen con un cerebro un 47 por ciento más grande que el de los bebés gorilas, que son los primates segundos en la lista de bebés más grandes. Así es que nuestros bebés no están subdesarrollados, al contrario, son superdesarrollados.
Dunsworth y colegas también descubrieron que el tamaño de la pelvis no sería un problema, ni para caminar, ni para el nacimiento. Si debiésemos dar a luz bebés con un cerebro desarrollado al 40 por ciento de su tamaño adulto, como sucede en los chimpancés, la pelvis de las mujeres humanas apenas necesitaría unos 3 centímetros más de ancho. Esa medida extra no acarrearía problemas para caminar, ni un gasto de energía extra.
Así que tomando todo esto en cuenta, ¿por qué nuestros bebés detienen su desarrollo a los 9 meses de gestación? Para Dunsworth y colegas la respuesta está en la capacidad metabólica de la madre. Cuando se llega a los seis meses de embarazo, la madre ya está consumiendo el doble de la energía que necesitaría para los procesos metabólicos de su propio cuerpo. A medida que siguen pasando los meses, esa demanda de energía también aumenta.
Nuestro metabolismo es la forma en que el cuerpo transforma la energía, el quemar calorías, para mantener funcionando esa maquinaria corporal que nos mantiene vivos. El ritmo metabólico es la velocidad a la que nuestro cuerpo quema calorías. Se sabe que el cuerpo humano no pude tolerar un ritmo mayor a 2 o 2,5 veces el ritmo metabólico normal (excepto algunos deportistas profesionales). Por eso, según Dunsworth el metabolismo de las madres no está preparado para lidiar con la demanda energética de un bebé de más de 9 meses dentro de la panza.
Hasta la fecha se creía que la presión evolutiva de caminar erectos en dos patas, habían determinado el tamaño de los bebés al nacer, ya que sino no pasaba su cabeza por el canal de parto, pero al parecer es todo al revés, el metabolismo de la madre es el que pone un freno al tiempo de embarazo y el que dicta el tamaño del bebé al nacer, la pelvis femenina sólo se ha adaptado para encajar.
Se cree que antes de la aparición de la agricultura, y de la vida sedentaria, es decir hace unos 10 mil años atrás, los humanos no tendrían tantas energías como para que los bebés crezcan tanto, por lo que el parto no debería ser tan problemático como lo es ahora, todo podría ser más sencillo. Igualmente, el tamaño del bebé y de la pelvis es importante, ya que el recién nacido necesita ser ayudado a salir por el canal de parto, ya que tiene que dar una vuelta extraña para que pasen sus hombros y cabeza. También hay que tener en cuenta que el que nuestros bebés nazcan antes de que su cerebro esté más desarrollado, como ocurre en los chimpancés, no es una contra de la evolución, sino que permite que los bebés puedan aprender de la experiencia.
Fuente: LiveScience