En ocasiones la piel puede verse deslucida, sin brillo, y además algo seca. Si es así, es posible que puedas estarte perdiendo un paso crucial dentro de tu rutina diaria de cuidado de la piel: el momento de la exfoliación. Y, no hay duda, la mejor forma de incluirla en tu día a día es utilizar un exfoliante facial. Pero, ¿de qué forma hacerlo? Y sobre todo, ¿qué beneficios nos ofrece?.
¿En qué consiste exfoliar la piel?
Como su propio nombre indica, cuando hablamos de exfoliar la piel nos referimos al acto de eliminar y desprender las distintas células muertas de la superficie de la piel. Es decir, consiste en el proceso de eliminar las células muertas de la piel utilizando para ello distintos elementos: desde una sustancia química a una sustancia granular, pasando -a su vez- por una herramienta de exfoliación.
Posiblemente sepas que la piel es capaz de eliminar naturalmente las células muertas con el fin de dejar espacio para nuevas células. Y, además, tiende a hacerlo de forma totalmente natural cada 30 días más o menos. Sin embargo, en ocasiones es posible que las células muertas no se desprendan por completo, acabando por acumularse: es cuando surgen parques de la piel secos, y escamosos, y además suelen aparecer poros obstruidos.
Fundamentalmente existen dos tipos de exfoliación: la mecánica y la química.
Los exfoliantes faciales, por ejemplo, consisten en una forma de exfoliación mecánica. Esto significa que utilizamos un determinado producto para frotarlo físicamente sobre la superficie de la piel que se desee exfoliar.
Mientras que, la exfoliación química, implica el uso de algún elemento puramente químico como el ácido salicílico, el ácido glicólico o determinadas enzimas, que actúan descomponiendo químicamente la acumulación de las células muertas en la piel.
¿Qué beneficios ofrece exfoliar la piel regularmente?
Cuando las células muertas de la piel se acumulan en la superficie de ésta es común que se torne opaca, y que además tienda a resecarse con una mayor facilidad. Por ello, cuando conseguimos eliminar esta acumulación mediante la exfoliación conseguimos todo lo contrario: la piel se vuelve mucho más brillante. Además, mejoramos la efectividad de aquellos productos tópicos especialmente utilizados para su cuidado, al aumentar la absorción.
Por otro lado, se sabe que una exfoliación regular de la piel ayuda positivamente a la hora de prevenir los poros obstruidos, y a largo plazo es capaz de aumentar la producción de colágeno, el cual es clave para tener una piel mucho más brillante, luminosa y vibrante. Se trata de una proteína natural que promueve la elasticidad natural de la piel, minimizando la aparición de líneas finas y de flacidez.
Cómo aplicarte el exfoliante facial
Una vez hayas escogido tu exfoliante facial favorito, para aplicarlo solo tienes que ponerte una pequeña cantidad sobre la piel perfectamente limpia y seca, asegurándote de evitar el área de los ojos, que se caracteriza por ser una parte del rostro tremendamente sensible.
Una vez hecho esto, masajea con suavidad el producto exfoliante sobre toda la piel. Debes hacerlo suavemente, sin apretar mucho para evitar daños innecesarios. Finalmente, enjuágate el rostro con agua tibia para retirar el producto, sécate el rostro con una toalla de algodón y continúa tu rutina diaria con la crema hidratante.
Cómo hacerte una exfoliación facial fácilmente
Exfoliante natural de azúcar moreno
Si deseas elaborar tu propio exfoliante facial en casa, en realidad es sumamente sencillo. Por ejemplo, solo necesitas un poco de azúcar moreno y tu crema hidratante preferida.
Para elaborarlo solo tienes que poner un poco de crema hidratante en un cuenco pequeño (o tazón), añadir un poco de azúcar moreno, y mezclar bien. Luego, con el rostro húmedo, aplícate esta mezcla con la ayuda de movimientos circulares. Finalmente, lávate la piel con agua tibia.
Exfoliante natural de café
¿Sabías que con un poco de café molido también es posible elaborar un exfoliante completamente casero, y además natural? Solo tienes que añadir un poco de café molido a tu crema limpiadora.
Luego, humedécete el rostro y aplícate el producto con movimientos circulares, masajeando bien. Luego lávate el rostro con agua tibia. Y acaba aplicándote tu crema hidratante.