Mackenzie Hild es una joven que, durante cinco años de su vida, no pudo ingerir casi ningún alimento. Al intentar comer, un extraño dolor se hacía con su estómago que se quedaba totalmente destrozado por cuatro horas. Cuando acudió a los médicos, nadie sabía que ocurría, pero Mackenzie no se dio por vencida: necesitaba una solución para su problema o su vida corría peligro.
Durante su segundo curso en la Universidad de Harvard, dónde curiosamente estudiaba Medicina, las cosas fueron cada día a peor. Mackenzie llegó a quedarse en 34 kilos y, cuando todo el mundo prestaba atención a su caso, los diagnósticos estaban claros: anorexia o bulimia. Pero ella sabía que este problema no se encontraba en su cabeza, sino era algo de su cuerpo que rechazaba cualquier cosa que ella intentaba comer.
Otros médicos le explicaron, a lo largo de los cinco años que ella estuvo luchando con este problema, que ese dolor podía ser consecuencia de momentos de tensión que podía estar viviendo o incluso o una manera de buscar llamar la atención inconsciente. Aunque se recorrió todos los hospitales de sus país y acudió a las mejores clínicas, nadie sabía decirle qué le ocurría.
Tras batallar con todos los médicos que le habían visto, finalmente se convenció y fue a un instituto de trastornos alimenticios dónde, a base de fuerza y mucho dolor, logró engordar 10 kilos. Estaba recibiendo casi el 100% de la comida por su nariz. Pero, en cuanto pudo, salió de allí. Seguía sabiendo que ese no era su problema.
Después de más pruebas y análisis sin ningún resultado, su única opción se había reducido a someterse a un trasplante de estómago. Sin embargo, un doctor de la Universidad de California, aceptó el caso y se lo pasó a una de sus estudiantes de Medicina de cuarto año. Y, al contrario de todas las apuestas, fue ella quién descubrió el problema de Mackenzie.
Lo que la extraña chica que no comía, estaba sufriendo era MALS, una condición que se da entre 10% y el 20% de la población, que se había estudiado siglos atrás, y que sin embargo, sólo se desarrolla en un dolor estomacal, en el 1% de los casos.
Después de que esta estudiante de medicina resolviera el problema de Mackenzie y le salvara la vida, simplemente tuvo que esperar a que le operaran de este problema.