Actualizado el 14/10/2020
No será la evidencia sobre la existencia de zombies que todos están esperando, pero está cerca: Hace 2 millones de años, había gente que comía cerebros.
Si bien es un título llamativo, y hasta amarillista, se podría decir, no es algo que se desconociera.
Siempre se asumió que lo primero que nuestros antepasados comenzaron comiendo carroña, es decir lo que dejaban los grandes carnívoros, que suele tratarse de los huesos duros, que al romperlos se puede llegar al interior grasoso rico en proteínas y calorías.
Es el caso de los huesos largos de las extremidades, que tienen el tuétano dentro, y el cráneo, con el rico cerebro.
Ahora se cuenta con evidencias de que hace 2 millones de años ya había homínidos que buscaban estos alimentos, que aportaban mucha más energía que cualquier vegetal. Se han descubierto restos de animales con marcas de carnicería en el yacimiento de Kanjera, cerca del lago Victoria, Kenia, este de África. Estaban asociados a algún homínido de la época que utilizase las herramientas de piedra conocidas como tecnología olduvai, que generalmente se asocia a los primeros integrantes del género humano.
Ya se sabía que estos humanos consumían carne de forma habitual, al menos hace 1,5 millones de años, porque se descubrieron fósiles con señales de que habían sufrido anemia, es decir, que ya la carne resultaba necesaria. Los nuevos restos descubiertos en Kanjera serían 500 mil años más antiguos, y evidenciaban que se cazaba de forma habitual, y que también carroñaban.
En un artículo publicado en PLOS ONE los investigadores hablan de miles de huesos de animales, que habrían formado parte de al menos unos 81 bestias diferentes. Eran de gacelas y antílopes, principalmente. Todos con marcas de que fueron tratados con herramientas de piedra. Marcas de cortes que quedan cuando se saca la carne del hueso, o cuando el hueso es golpeado para poder acceder a la médula interior, muy rica en nutrientes y calorías. Esa energía ya necesaria en la vida que llevaban los Homo erectus, mucho más activos que sus antepasados, y que tenían un cerebro mayor, gran consumidor de energía.
Al parecer, los huesos fueron acumulados a propósito en ese sitio a lo largo de unos miles de años. Sería un sitio elegido para procesar a las presas, ya que muchas tenían cortes en partes de la anatomía donde hoy en día un cazador cortaría para poder desmembrar a su presa y cortarla en partes, para poder luego descarnarla con mayor facilidad.
A la vez se han descubierto muy pocas marcas de dientes de grandes depredadores como leones, otra pista de que estos eran animales cazados o carroña capturada por humanos. Se trataba de animales pequeños.
Pero lo que más llamó la atención, fue la gran cantidad de cráneos y mandíbulas. Muchos de ellos tenían marcas de haber sido golpeados con rocas, para llegar al cerebro. Los grandes cazadores, como los leones, dejan esas partes luego de alimentarse de las patas o del lomo, donde más carne hay. Así, nuestros antepasados carroñeros aprovechaban las sobras. Pero también ellos cazaban a veces, pequeños animales, y así como los leones, abandonaban la cabeza, que explicaría por qué muchos de los cráneos de animales pequeños no fueron fracturados.
Las evidencias más antiguas de uso de herramientas de piedra datan de 2,5 millones de años, y por esa misma época se comienzan a ver huesos con marcas de cortes, pero muy aislados. La carne y los tejidos grasosos como el tuétano y el cerebro, aportaban muchas más energías y nutrientes que los vegetales. En un rato podían ingerir las calorías equivalentes a muchas horas de buscar y masticar vegetales.
Los primeros homínidos ingerían alimentos de origen animal de vez en cuando, como lo hacen los chimpancés hoy en día, pero con Homo erectus esa práctica se volvió habitual, y por eso sus intestinos también cambiaron, de uno largo adaptado a alimentos vegetarianos como el de los chimpancés, a uno más corto, más adaptados a una alimentación más carnívora, como el nuestro.