Actualizado el 14/10/2020
Las hembras chimpancé raramente viven más allá de la época en que pueden tener hijos, que generalmente no son más de unos 30 años, con casos raros que llegan a los 40. En los humanos, las mujeres pueden vivir muchas décadas después de que ya no pueden tener hijos. Entre los primates somos los que más esperanza de vida tenemos, y no sólo se debe a la medicina moderna, sino a que tenemos abuelas, mujeres que ya no pueden tener hijos pero que sí pueden seguir ayudando al grupo familiar.
Kristen Hawkes, antropóloga de la Universidad de Utha, y colegas, han publicado un artículo en Proceedings of the Royal Society B, en el que muestran una serie de simulaciones por ordenador en las que tomaron a un grupo social típico de chimpancés y les agregaron abuelas, lo que desencadenó en que todos en el grupo social duplicaran su longevidad.
Esto apoyaría la hipótesis de las abuelas, que busca explicar por qué las mujeres humanas vivan tanto tiempo después de sus años de reproducción, al contrario que las hembras de cualquier otra especie de primates, grupo al que pertenecemos. Según la hipótesis, las abuelas ayudan en el cuidado de los nietos, permitiendo que sus propios hijos tengan más crías. Así es que los grupos familiares en los que las mujeres viven lo suficiente como para ser abuelas, tienen una ventaja genética, que permitiría esparcir la longevidad a través de la selección natural.
Hawkes llegó a la idea del estudio observando a los hazda, un grupo de cazadores recolectores de Tanzania, África. En esa sociedad, las mujeres pos menopausia, que ya no pueden tener hijos, siguen trabajando duro. Generalmente se ocupan de excavar en el suelo rocoso en busca de raíces y tubérculos, un trabajo difícil para los niños. Esa productividad aporta mucho al grupo familiar en general. Una vez la madre de un niño tiene un nuevo hijo, no puede destinarle tantos cuidados a los anteriores, allí es donde entra en juego el aporte de la abuela.
La fertilidad de las mujeres tiene una duración similar tanto en humanos como en chimpancés, se termina alrededor de los 45 años de edad. Pero en chimpancés y gorilas, por ejemplo, las hembras suelen morir antes de ese tiempo en que la fertilidad ya ha cesado. Las humanas, por el contrario, permanecen fuertes y productivas luego de la menopausia.
El estudio se centró en un modelo matemático que representase a una comunidad de 1000 machos y hembras con una esperanza de vida parecida a la de los simios, unos 30 años como máximo. Una abuela sería una mujer de más de 45, y ya sin la necesidad de cuidar a sus propios hijos. Cuando se agrega a estas mujeres al modelo, la esperanza de vida se disparaba en todo el grupo al doble, que es la esperanza de vida de los humanos de la prehistoria y de los grupos de cazadores recolectores actuales que no tienen acceso a la medicina moderna.
Según creen los autores del estudio, en algún momento de nuestra historia evolutiva, los humanos comenzamos a tener abuelas, las que permitieron tener más niños, y que los padres no tuviesen que trabajar tanto en su cuidado. Al parecer fue clave el que una madre pudiese tener un nuevo hijo antes de que el otro fuese independiente, algo que sólo se pudo lograr gracias a la ayuda de las abuelas.
Fuente: LiveScience / ScienceDaily