Actualizado el 14/10/2020
Hay personas que cuando tiene muchas ganas de orinar, el mundo a su alrededor se desvanece, y lo único que ven es el camino que los guía hacia el baño. Puede haber un bombardeo a su alrededor, les pueden anunciar que han ganado la lotería, que nada importa. No sólo el saber popular conoce lo que los impulsos pueden hacer con nosotros, la ciencia ha estudiado a los impulsos viscerales y su enorme impacto sobre la vida diaria. Con el estómago vacío, uno puede gastar enormes cantidades de dinero en comida; se ha probado también que ante una excitación sexual, es más probable que uno no use protección contra las enfermedades venéreas. Y las ganas de orinar, no han escapado a los estudios científicos, dos de ellos han sido galardonados con el premio Ig Nobel de medicina de 2012.
Los impulsos viscerales, es decir esas ganas que nos vienen que no podemos reprimir, ya sea de comer, sexual u para orinar, están relacionados con un incremento en las conductas impulsivas, esas que hacemos sin meditar, sin razonar. La urgencia por hacer pis es una de esas conductas que pueden nublar nuestra mente. En 2011 se publicaron dos estudios relacionados con el tema, como para esclarecer un poco el panorama y darle un tinte científico a lo que el saber popular venía pregonando desde hace rato.
Un estudio realizado por Matthew S. Lewis y colegas, publicado en Neurology and Urodynamics, pudo probar que sufrir de unas ganas irrefrenables de orinar produce un importante efecto negativo en la atención y en la memoria momentánea de las personas, funciones cognitivas que vuelven a los niveles normales luego de que hemos aliviado la vejiga. Según los autores del estudio, el declive cognitivo que tenemos al sufrir de unas ganas extremas de orinar se relaciona con el asociado a un riesgo de accidente.
El otro artículo, publicado por Mirjam A. Tuk y colegas en Psychological Science, es el resultado de cuatro estudios diferentes relacionados con la urgencia por orinar. Según los autores, la presión de la vejiga produce señales inhibidoras que no sólo permanecen asociadas a las ganas de hacer pis, sino que puede desparramarse por otras partes del cuerpo, resultando en un incremento de la habilidad de controlar los impulsos no sólo relacionados con la orina, sino con cualquier aspecto de nuestro comportamiento.
Lo que dicen los autores es que el control de la vejiga genera una señal inhibidora que se desparrama por todo el cuerpo, que termina generando una resistencia a los impulsos relacionados con recompensas inmediatas, es decir que las ganas de orinar nos aíslan del mundo a la vez que nos impiden volvernos un autómata que sólo responde a impulsos automáticos. Lo importante del estudio realizado por Tuk y colegas es que descubrieron que las señales inhibidoras pueden expandirse por el resto del cuerpo, por más que se hayan originado en un único lugar, lo que sugiere que las personas poseen un sistema inhibidor general, ya que la inhibición de varios comportamientos parecen tener su origen en la misma área del cerebro.
Así que ya sabe, usted se convierte en una máquina que sólo busca ir al baño, cuando tiene muchas ganas de orinar, dejando de lado cualquier otra conducta impulsiva. No es un mito popular, está probado científicamente.