La falacia

¿Qué son las falacias? Una falacia es un argumento que parece válido, pero que no lo es. Una falacia puede ser fruto de un error o un descuido, las falacias no formales, o puede ser intencional, con el fin de persuadir o manipular.

Una falacia puede valerse de premisas o conclusiones verdaderas, es decir que un argumento puede tener premisas y conclusión verdadera, y así y todo ser una falacia.

Un argumento falaz no es inválido porque parta siempre de premisas inválidas, o tenga una conclusión errónea, sino porque el argumento en sí es inválido.

Las falacias son un ejercicio típico de la lógica, y algo común en la ciencia, se remontan a tiempos de la antigua Grecia, con el filósofo Aristóteles como principal protagonista. Este identificó trece tipos de falacias en sus Refutaciones sofísticas. Hoy en día existen cientos de falacias.

Pero las falacias no sólo se utilizan en la lógica, sino también en la retórica, es decir en el arte del discurso, del que se valen los políticos, por ejemplo. También en derecho, en periodismo, márquetin, en el cine, y en cualquier otro lugar en el que la argumentación y la persuasión sean moneda común.

Las Falacias No Formales

Son errores de razonamientos en los cuales podemos caer por inadvertencia o falta de atención al tema, o bien porque nos engaña alguna ambigüedad en el lenguaje usado para formularlo.

Ejemplos:

1. Argumentum ad Baculum (apelación a la fuerza)

  • Se comete cuando se apela a la fuerza o a la amenaza de fuerza para provocar una aceptación de una conclusión.
  • Usualmente se recurre a ella cuando fracasan las pruebas o argumentos racionales.

2. Argumentum ad Hominem (ofensivo)

Es un argumento dirigido contra el hombre.

Se comete cuando en vez de de tratar de refutar la verdad de lo que se afirma, se ataca al hombre que hace la afirmación. Por ejemplo consiste en poner en duda la integridad moral, su honestidad, su pasado más o menos oscuro, etc.

Este razonamiento es falaz, porque el carácter personal de un hombre carece de importancia lógica para determinar la verdad o falsedad de lo que se dice, o la correción o incorreción de su razonamiento.

3. Argumentum ad Hominen (circunstancial)

El error aquí consiste en relacionar las creencias e ideas de una persona y las circunstancias que lo rodean.

Los argumentos de este género no ofrecen pruebas satisfactorias de la verdad de sus conclusiones, sino que están dirigidos a conquistar el asentimiento de algún oponente a causa de las circunstancias especiales en que éste se encuentra (suelen ser argumentos muy persuasivos)

4. Argumentum ad Populum (llamado a la multitud)

Se comete al dirigir un llamado emocional al pueblo con el fin de ganar su asentimiento para una conclusión que no está sustentada en pruebas. Se trata del intento de ganar el asentimiento popular despertando las pasiones y el entusiasmo de la multitud.

Es un recurso típico del propagandista, del demagogo, del político, del pastor.

Hoy se ha sofisticado esta falacia en la publicidad. Se hace toda clase de intentos para asociar los productos que se anuncian con objetos o situaciones hacia los cuales se supone que experimentan una fuerte aprobación.

5. Argumentum ad Verecundiam (apelación a la autoridad)

Se comete cuando se pretende relacionar el sentimiento de respeto que siente la gente por alguna autoridad (sean personas y/o instituciones famosas y/o importantes) para ganar asentimiento a una determinada conclusión.

El problema reside en que se hace uso de la opinión de una autoridad en cuestiones que están fuera del ámbito de su especialidad.

Siempre que se afirme que una proposición es literalmente verdadera sobre la base de su aserción por una autoridad cuya competencia se relaciona con un campo diferente, estamos ante la presencia del argumentum ad verecundiam.

6. Petitio Principii (petición de principio)

Si alguien toma como premisa de su razonamiento la misma conclusión que pretende probar, la falacia cometida es la petición de principio.Es la falacia en que se recurre, como prueba, a aquello que se quiere probar.

Ahora bien, la premisa y la conclusión no siempre aparecen con la mismas palabras:

“Conceder a todo hombre ilimitada libertad de expresión debe ser siempre, en conjunto, ventajoso para el Estado; pues es sumamente benéfico para los intereses de la comunidad que todo individuo goce de una posibilidad, absolutamente sin trabas, de manifestar sus sentimientos.”

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