Actualizado el 14/10/2020
Típico cuando trabajamos con resmas de papel, que mientras las acomodamos, una se desliza en busca de sangre y, así de fácil, produce un corte doloroso en la punta del dedo, dejándolo imposibilitado con una curita por el resto del día. Suelen ser pequeños cortes, diminutos, pero muy dolorosos. ¿Por qué duelen tanto esos cortes producidos por el papel?
El borde de una delgada hoja de papel y la punta de los dedos, son una muy mala combinación, pero el encuentro entre estos dos ocurre muy seguido en el ámbito del trabajo. Los dedos son los que nos aportan uno de los sentidos más importantes del cuerpo humano, que es el tacto. Este sentido nos permite conocer y medir el mundo que tenemos al alcance de las manos, y para ello, obviamente, debemos entrar en contacto con eso que queremos conocer mejor a través de este sentido. Por ello es que la punta de los dedos están cubiertas por extremadamente alta concentración de nociceptores, unas fibras nerviosas que son las encargadas de enviar señales de peligro al cerebro informando de algún daño que se haya sufrido, y obviamente la forma que tienen de comunicarle el problema al cerebro es a través de señales de dolor. Como los dedos son muy sensitivos, para poder experimentar el sentido del tacto, también son muy sensibles al daño y lo que se refleja en mucho dolor cuando ese daño aparece.
El papel es como el enemigo perfecto de la punta de los dedos, ya que a pesar de tener un borde sin filo, es largo y lo bastante delgado como para poder producir un corte en una superficie que no presente resistencia. Sobre nuestros dedos, el “filo” del papel corre como si fuese una sierra dentada y desafilada. No corta muy profundo, pero eso sólo empeora la cosa, ya que mantiene el “filo” cortando en el nivel de la superficie, justo donde están ubicados y concentrados todos esos nociceptores que envían muchas y agudas señales de dolor al cerebro.
Para empeorar la situación, este tipo de corte no sangra mucho, por lo que no cicatrizan rápido. Tardan en sellarse, así que se mantienen abiertos, exponiendo los nervios al aire, lo que continúa con la cadena de señales dolorosas.