El tamaño no lo es todo, al menos en el cerebro

Actualizado el 14/10/2020

Si un E.T. “científico” pudiese analizar fotografías de los mamíferos de un pantallazo, terminaría notando que hay un grupo muy cabezón.

Son los primates, orden del cual formamos parte los humanos.

Es que proporcionalmente, la cabeza, es muy grande para el resto del cuerpo.

Pero es todo culpa del enorme cerebro, que en tamaño es más pequeño que el de una ballena, pero si comparamos proporcionalmente lo que mide nuestro cerebro, con respecto al cuerpo, somos el que lo tiene más grande en todo el reino animal, y aventajamos por el triple al segundo, que es nuestro pariente más cercano el chimpancé. Ahora, un nuevo estudio aclara que lo importante no es el tamaño, cuando hablamos de inteligencia, sino la organización.

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El cerebro, en los humanos, es un órgano muy importante y por eso consume mucha energía. A pesar de que apenas representa un dos por ciento del peso total del cuerpo, se lleva entre el 18 y el 25 por ciento del presupuesto energético. Otros primates apenas destinan un 10 por ciento al cerebro.

No en vano, pensemos en nuestras manos, que sostienen este libro, en los ojos que siguen las palabras, en los músculos que mantienen la cabeza erguida, y en la gran cantidad de órdenes que se deben coordinar para la simple tarea de leer sentado. El cerebro se ocupa de todo, e incluso sin molestarnos, todo automático, pero para comprender un poco más nuestro presente, subamos a la máquina del tiempo que dejamos estacionada allí al lado, y veamos un poco de la historia evolutiva del cerebro.

image Se trata de un órgano que ha evolucionado “hace poco”. Al igual que el corazón y el sistema circulatorio, el cerebro forma parte de un sistema basto, el sistema nervioso central, que se ramifica por todo el cuerpo y está presente y actúa en casi todas las células del cuerpo. Es una característica de los animales, las plantas no lo necesitan, así de tranquilas que están fijas al suelo, fabricando su propio alimento con la luz solar y las sales minerales del suelo.

Ahora, ¿por qué un cerebro tan grande? La respuesta está en la organización social. Si vemos a un grupo de chimpancés en estado salvaje, puede parecernos que su vida es poco exigente, así que ¿por qué habrían desarrollado la inteligencia que demuestran en los estudios de laboratorio? Lo mismo se puede decir de un grupo de cazadores recolectores humanos, que podemos ver tranquilos, sin muchas demandas, con vidas sencillas.

La respuesta está en la vida social. Gran cantidad de estudios de primatólogos y antropólogos han llegado a la conclusión de que el tamaño del cerebro en los primates es tan grande no por una adaptación al nicho ecológico que los rodea, sino por el tamaño y la complejidad del grupo social.

Si vemos a un grupo de antílopes, por ejemplo, y evaluamos los conflictos entre individuos es relativamente sencillo saber quién ganará: el más fuerte, el de cuernos más grandes, el de caninos más largos, es decir el mejor en el combate. Esto es así en todos los mamíferos menos en los primates. En estos se ve que los individuos pasan mucho tiempo formando redes de amistad, alianzas. Esto resulta en que un individuo dado, a pesar de ser inferior físicamente, puede llegar a triunfar sobre otro más fuerte valiéndose de sus amigos, disparando las alianzas que hábilmente fue tejiendo.

La capacidad para procesar la información necesaria para tener éxito en una contienda de este tipo es mucho mayor, y a medida que agregamos nuevos participantes en las interacciones crece en complejidad. Así es que podemos decir que los primates son estrategas sociales, y nosotros estamos en la cumbre de esa estrategia.

Ahora saben por qué tienen tanto éxito los programas de chimentos en la tele, para darle trabajo a nuestro enorme cerebro, ávido de conspiraciones, conjuras, complots. Evolucionó para dar lugar al trabajo intelectual que debe realizarse a fin de estar bien parado en una red social compleja. La necesidad de superar en destreza intelectual al otro, de conseguir alianzas, la necesidad de manipular a los demás miembros del grupo social a fin de conseguir la cooperación, todo esto produjo una espiral evolutiva que desembocó en la inteligencia maquiavélica que caracteriza al ser humano. (Continúa abajo)primates

Un nuevo estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B, dice que no tanto el tamaño, sino la organización cerebral es lo que aportó esa diferencia clave en el cerebro primate que le brindó su inteligencia. En el estudio se analizaron 17 especies de primates, en un lapso de 40 millones de años de evolución. Y pudieron notar cambios en regiones específicas del cerebro a lo largo de la evolución del cerebro primate. Un incremento masivo en la corteza prefrontal habría tenido un rol crucial.

Jeroen Smaers y Christophe Soligo, del University College de Londres, quieieron ver cómo había evolucionado la organización cerebral en los primates, para ver si esto era lo que les dio la ventaja evolutiva de una inteligencia superior, con respecto al resto del reino animal. Para ello, analizaron el mapa cerebral de 17 especies de primates (existen más de 400 en la actualidad).

Entre los grandes simios, que incluyen a chimpancés, gorilas, orangutanes y nosotros, se vio un aumento en la materia gris de la corteza prefrontal, que contribuye a la cognición social, los juicios morales, la introspección y el planeamiento. Los grandes simios se separaron de otros monos del viejo mundo, hace unos 20 millones de años, y se nota una diferencia más en su desarrollo cognitivo, según los autores del estudio, las regiones cerebrales relacionadas con el planeamiento motor, que también incrementó en tamaño dentro del cerebro. Esto podría haber ayudado a la manipulación y manufactura de herramientas.

Entre los gibones, no tan relacionados con nosotros, se ve un patrón diferente de organización cerebral. Su cerebro es más pequeño en relación al tamaño de su cuerpo, pero tienen un hipocampo más desarrollado, región del cerebro relacionada con las tareas espaciales, más necesarias en el ambiente en el que viven, las copas de los árboles. Los grandes simios tienen una vida principalmente terrestre.

Existen autores, como el polaco Konrad Fialkowski, que sostienen que el cerebro creció tanto, en humanos, como parte de un conjunto de adaptaciones que comenzaron a darse en Homo erectus, uno de nuestros antepasados humanos más antiguos, que fue evolucionando para ser una máquina perfecta de correr. ¿Y de qué sirve un cerebro grande para correr? El cerebro es propenso a sufrir daños si se sobrecalienta, las células cerebrales, las neuronas, son las más sensibles al calor. Si se dañan producen desorientación cognoscitiva, apoplejías, convulsiones y luego la muerte.

Según el experto polaco, el tener células de más, en un cerebro más grande, permitía que el cerebro fuese más fiable, a prueba de averías bajo el calor de una carrera en la sabana africana. Que luego se haya aprovechado toda esa capacidad para mejorar el sistema intelectual, sería es un efecto evolutivo secundario.

Fuente: Proceedings of the Royal Society B

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