Actualizado el 14/10/2020
Para poder tomar postales del pasado remoto, digamos 100 millones de años atrás, no nos alcanza con los fósiles, ya que no nos dan una imagen casi perfecta, sino huesos o marcas petrificadas. Lo mejor es el ámbar, que no es otra cosa que la resina de los árboles que se ha petrificado. Pero lo que la hace tan interesante para el estudio del pasado es que muchas veces ha atrapado a insectos, y al petrificarse, lo hace por fuera, por lo que en su interior los seres vivos capturados permanecen casi perfectos. Ese es el caso de esta araña, capturada justo cuando estaba atrapando a su presa.
Se ve claramente que este ejemplar juvenil de araña estaba en pleno almuerzo, devorando una avispa que había sido capturada en su red, cuando un gotón de resina las capturó a ambas, y con el paso de los siglos de años se petrificó. Nunca se había capturado una escena similar en el registro fósil.
El ámbar fue descubierto en lo que hoy es Birmania (Myanmar), y tiene una antiguedad de entre 97 y 110 millones de años, época en que los dinosaurios rondaban por allí. La araña se pudo identificar como una araneida, constructora de telas de araña en forma espiral o circular, más precisamente una Geratonephila burmanica y la avispa como Cascoscelio incassus. Es interesante notar que los insectos no se comportaban de forma diferente hace 100 millones de años. Esa especie de avispa se sabe que tiene parientes actuales que parasitan a las arañas implantándoles huevos, que luego crecen dentro de ella, y cuando crecen terminan comiéndola por dentro.
No mucho más lejos, se descubrió otra araña en ámbar, cohabitando en su red con otra araña juvenil. Actualmente, las hembras araneidas son las que construyen las telas de araña, y permiten que los macho vivan allí, y estos ayudan en la captura de insectos y en el mantenimiento de la telaraña. Así que al parecer, no cambió mucho la cosa en todos estos años.
Fuente: Wired