Actualizado el 14/10/2020
Observando las estrellas
La observación de las estrellas a simple vista es, probablemente, la actividad más sencilla y gratificante para el astrónomo amateur, aunque disponga de todo tipo de instrumentos y accesorios ópticos.
Noche estrellada en Zabul, Afganistán, por Adam Mancini.
Los prismáticos, los telescopios y las cámaras fotográficas pueden captar con mayor detalle la individualidad de miles de objetos celestes y develar muchos secretos invisibles para el ojo desnudo, pero la oportunidad de observar el cielo en su totalidad, la distribución de las estrellas y la forma de nuestra galaxia sólo se aprecia dirigiendo directamente la vista al cielo, sin nada aparatoso de por medio.
Condiciones necesarias
Y así como, hoy por hoy, disponemos de deslumbrantes herramientas para observar el cielo, también tenemos un problema que en otros tiempos no existía: encontrar un lugar libre de la fatídica contaminación lumínica.
Para poder apreciar las estrellas en todo su esplendor es elemental contar con buenas condiciones de cielo. Esto no sólo significa alejarse de las urbanizaciones hacia el campo, las montañas o el desierto.
Además, es importante evitar la luz de la Luna, las zonas calurosas y húmedas, los vientos fuertes, o cualquier turbulencia que pueda afectar la claridad de la atmósfera. Por ejemplo, la playa no es el mejor lugar para observar las estrellas.
Bajo buenas condiciones, el ojo humano puede desarrollar su verdadero potencial para observar el cielo estrellado a simple vista.
No hay que impacientarse, sin embargo. El ojo tarda en adaptarse a la oscuridad, y cualquier destello de luz blanca revierte cualquier progreso de aclimatación. Por eso se recomienda utilizar luces rojas si se necesita irremediablemente de iluminación durante la observación.
AP Photo/John Locher
Por último, los observadores también pueden probar suerte en los lugares afectados por la contaminación lumínica.
Por supuesto, la observación no será la misma, pero evitando luces que se dirigan directamente sobre el observador, y buscando las mejores condiciones climáticas, también se puede disfrutar de una noche estrellada.
La danza de las estrellas
Una de las ventajas de observar las estrellas a simple vista, además de poder apreciar la espectacularidad de la Vía Láctea y parte del Cosmos, es la oportunidad de comprender cuestiones como los movimientos de la Tierra, la forma de nuestra galaxia y la perspectiva desde nuestra ubicación en el planeta.
Noche estrellada en Suiza, por Alessandro Della Bella/EPA
Todos los planetas y estrellas situados sobre la esfera celeste, que es la proyección de la superficie terrestre en el cielo (cuyo centro es la Tierra), parecen completar un giro alrededor de nuestro planeta cada 24 horas.
Por supuesto, en realidad es el giro de la Tierra sobre su propio eje el que hace creer que las estrellas son las que se mueven.
Si proyectamos este eje de la esfera terrestre, si lo continuamos sobre el cielo concebido como una esfera, este la atravesaría por los polos celestes: el polo norte celeste coincide con el cénit (el punto más alto) para un observador en el polo norte de la Tierra y, viceversa, el polo sur del cielo es lo que aparecerá directamente arriba de un observador que se encuentra justo en el polo sur de la Tierra.
Probablemente no existan observadores en las latitudes tan extremas de los polos de la Tierra. Entonces, ¿cómo se aplica esto en las latitudes más pobladas, por ejemplo en Europa o Sudamérica?
En esos casos, los polos celestes no se encuentran directamente arriba del observador, sino en un ángulo inclinado, entre el horizonte y el cénit. Ese ángulo es igual al de la latitud en la que se encuentra el observador.
Los polos celestes son una región imaginaria en el cielo, pero importante para la observación. Alrededor de él parecen girar todas las noches las estrellas circumpolares, que siguen estando visibles alrededor del punto del polo celeste tanto cuando atardece como cuando amanece, nunca se elevan desde el horizonte, ni se ponen tras él.
Rastro de las estrellas circumpolares del norte, fotografiadas y compiladas en larga exposición por el Observatorio Gemini en Hawaii. El centro del vórtice es el polo norte celeste.
Estas estrellas sólo se pueden ver en uno de los hemisferios, como la famosa Polaris en el hemisferio norte, o las brillantes estrellas que conforman la Cruz del Sur en el hemisferio sur. Las estrellas circumpolares pueden verse en cualquier época del año.
En el medio de los dos polos, también se proyecta un ecuador celeste en la esfera del cielo, como si fuera la Tierra. Durante la noche, las estrellas se elevan desde el horizonte y cruzan el firmamento en un movimiento circular y paralelo a esta linea circular que es el ecuador celeste.
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Dependiendo de la posición del observador, las salidas y puestas de las estrellas parecen variar. Si un observador está cerca del ecuador de la Tierra, las estrellas parecen desplazarse como perpendicularmente al horizonte.
Más al norte, o más al sur, ese recorrido de las estrellas es cada vez más inclinado, no tanto directamente sobre la cabeza del observador.
Por eso los atardeceres y amaneceres son tan lentos y largos en las latitudes extremas de los polos, como en Ushuaia, Alaska o Finlandia, donde pareciera que en determinadas épocas del año nunca termina de oscurecer del todo.
Todos estos complicados movimientos, ángulos y relaciones entre perspectivas son difíciles de imaginar. Lo óptimo es percibirlos personalmente durante una noche de observación, o (también) simularlos a través de un programa de computadora para ayudarnos a visualizarlo (recomendamos, como siempre, el intuitivo Stellarium, de distribución gratuita).
Dicho sea de paso, una noche de observación bajo condiciones ideales también nos permitirá ver, a simple vista, más cosas que sólo estrellas individuales: la magnificencia de la Vía Láctea, su rastro nuboso, las galaxias vecinas, como las Nubes de Magallanes en el hemisferio sur, y un apasionante etcétera de objetos visibles a través del ojo humano.
Una vez que dedicamos unos pocos minutos a la observación del cielo, resulta evidente que no todas las estrellas brillan o se agrupan igual, ni que todas tienen los mismos colores.
Gracias a estas características es posible distinguir, con un poco de práctica, las estrellas más brillantes del cielo, y las constelaciones que forman. Y de eso precisamente nos ocuparemos en las próximas guías de observación.
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