Actualizado el 14/10/2020
Seguramente, lector, se habrá preguntado alguna vez por qué los seres humanos no tenemos la habilidad para respirar bajo el agua, como lo hace Acuamán o el Hombre de la Atlántida, o… los peces. Una de nuestras fuentes de energía diaria es el oxígeno, el cual obtenemos del aire mediante la respiración. Pero en el agua también hay oxígeno, y los peces pueden obtenerlo justamente de allí, ¿así que por qué es que nosotros no? Hagamos un paseo evolutivo para ver cómo es que ha cambiado tanto la respiración.
Una interesante pregunta que nos permite remontarnos a unos 400 a 380 millones de años, que es cuando los primeros seres anfibios se expanden fuera del agua. Hasta esos tiempos, sólo las plantas y los insectos habían colonizado la tierra, el resto de la vida animal tenía el océano como única morada desde hacía miles de millones de años. Así es que nosotros los humanos, que somos primates y mamíferos, evolucionamos a partir de aquellos peces que comenzaron a vivir en aguas bajas, y se ayudaban con las aletas delanteras para moverse por el bajo fondo así poder cazar las presas que surcaban la superficie del agua. De esas criaturas surgieron los tetrápodos, primeros reptiles cuadrúpedos de los que evolucionaron todos los animales terrestres, incluyendo a los reptiles, mamíferos y aves.
Volvamos al oxígeno, tan necesario para mantener nuestro cuerpo funcionando. Nosotros lo respiramos a través de la nariz o la boca, luego baja por la tráquea hacia los pulmones, donde se dispersa por los alvéolos, que se encargan de intercambiar gases con las células sanguíneas. Los desperdicios, como el dióxido de carbono, siguen el camino inverso, y son espirados hacia fuera por la boca o la nariz. Los peces hace más o menos lo mismo, pero sólo que no permiten la entrada de aire a su sistema, sino que lo que entra es agua. Esta pasa por sus órganos especializados, las branquias, y allí se extrae el oxígeno, y se descarta el dióxido de carbono.
Son dos sistemas incompatibles. Nuestro sistema respiratorio no está capacitado para poder extraer el oxígeno del agua, ni los peces con branquias pueden hacerlo del aire. Así que, pasamos de preguntarnos por qué no podemos respirar bajo el agua a querer saber ¿cómo sucedió que de unos peces evolucionamos todos los animales que respiran aire hoy en día?
Cuando nosotros los humanos no somos más que un embrión, no somos tan diferentes a un pez. Incluso tenemos unas hendiduras llamadas el arco branquial, situadas a ambos lados de nuestra faringe, es decir la garganta. En los peces, esas hendiduras se abren para formar las branquias por las que pueden respirar el agua, en nosotros los mamíferos esas hendiduras se cierran. Pero en raras ocasiones nacen niños en los que esas hendiduras branquiales no se han cerrado del todo, lo que puede provocarles quistes, y en casos más extremos niños en los que crezcan vestigios de cartílagos similares a las branquias de los peces.
Esos son vestigios de nuestro pasado evolutivo. Hoy en día existen unos peces que respiran como nosotros, y no hablamos de los delfines y ballenas, que no son peces, sino mamíferos, sino que nos referimos a los llamados peces pulmonados. Estos respiran aire, y no agua. Sus antepasados eran parientes de los que dieron origen a los tetrápodos, que comenzaron también a respirar aire, y nos alejaron de la posibilidad de respirar bajo el agua.
Si vieron alguna vez un pez que es sacado del agua, verán que mueve la boca, como queriendo respirar por ella. En cierto modo lo hacen, no están capacitados para aspirar aire como los animales terrestres, pero pueden tragar aire y el tejido del estómago llega a captar algo, muy poco, ya que esos vasos sanguíneos no están capacitados para el intercambio de gases. Los peces de hace 400 millones de años que reptaban por las aguas barrosas comenzaron a tener órganos un poco más eficientes en captar el oxigeno del aire, luego aparecieron los anfibios, que pueden obtenerlo a través de la piel o tragándolo, como hacen las ranas, y más tarde evolucionaron los reptiles, y a partir de ellos las aves y los mamíferos, grupo al que pertenecemos.
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