Actualizado el 14/10/2020
Un estudio de la Universidad de Edinburgo, Gran Bretaña, parece haber descubierto la base para nuestra inteligencia en miles de genes desperdigados por nuestro genoma. El descubrimiento fue realizado gracias a una nueva tecnología de secuenciación y un nuevo método estadístico, pero surge la duda sobre qué entendemos por inteligencia y cómo la medimos, un debate tan antiguo como el término inteligencia mismo. ¿Se podrá llegar a medir o definir los genes detrás de algo tan indefinible como la inteligencia?
En 1904, el psicólogo inglés Charles Spearman descubrió que la gente que se desempeñaba bien en algunos campos, tendía a hacerlo también bien en otros campos no relacionados. Esta fue la base de su teoría de la inteligencia. Desarrolló un método estadístico para calcular el factor general de la inteligencia, el llamado Factor G, que trata de capturar la inteligencia global de una persona, la habilidad central que hace que alguien se desempeñe de forma similar en diferentes tareas mentales. Desde Spearman en adelante, la teoría se siguió desarrollando, y en la actualidad se ve a la inteligencia como una jerarquía, con el factor G subdividido en clases de inteligencia, como la inteligencia cristalizada, que está basada en la memoria a largo plazo y el conocimiento adquirido, y la inteligencia fluida, que requiere pensamiento en el momento para lidiar con situaciones poco familiares y nuevas. A pesar de los debates sobre qué mide realmente el factor G, sigue siendo la forma de medir la inteligencia más aceptada.
Muchos estudios mostraban que el factor G era heredable, pero siempre fue difícil poder eliminar los factores ambientales que pueden influenciar ese factor. El poder secuenciar el genoma completo de una persona, y poder compararlo con el de otra persona, o con el de miles de personas, permite ir más lejos, al nivel genético. Los investigadores británicos, al mando de Ian Deary y Peter Visscher, que publicaron su estudio en Molecular Psychiatry, pudieron medir las cientos de miles de pequeñas diferencias en nuestro genoma que nos hacen personas únicas. Gente que comparte características, como por ejemplo un alto facto G, tendrá un genoma con áreas similares responsables para el rasgo en particular, se comparan todas las diferencias y saltarán a la vista las islas de similitud, dirigiendo a los científicos hacia los genes responsables por ese rasgo en particular. Idealmente, habría una región de alta similitud, pero generalmente no es ese el caso, especialmente en rasgos complejos que son influenciados por factores ambientales. La inteligencia es uno de ellos.
Para lograr identificar los genes detrás de la inteligencia, los investigadores utilizaron una técnica estadística que se habían desarrollado para analizar la altura y otros rasgos complejos. El equipo midió la inteligencia cristalizada y la fluida en 3500 voluntarios, y realizaron un estudio comparativo de sus genomas para ver cómo se correlacionaba con su factor G. El estudio reveló que la inteligencia no está manejada por un par de genes con un efecto importante, sino por miles de genes, cada uno con una influencia muy baja. Este descubrimiento fue confirmado por un estudio independiente realizado por investigadores de la Universidad de Harvard.
Lo que se pudo demostrar es que el factor G tiene una base genética, pero como todavía no está en claro qué es lo que mide el factor G, puede ser que esto no se traduzca en descubrir los genes específicamente responsables por la inteligencia personal de cada individuo. A la gente con un alto factor G, no sólo les va bien académicamente o profesionalmente, sino que tienden a ser más saludables, a vivir más y a tener cuerpos más simétricos. Esto lleva a pensar a algunos investigadores que el factor general G, no mide sólo la inteligencia, sino la aptitud biológica del individuo. Si lo interpretamos así, el estudio del que hablábamos, lo que descubrió son los miles de genes que afectan al factor general de aptitud biológica, más que a la inteligencia general. Su efecto sobre la inteligencia sería indirecto.
Pero, investigar todo el genoma a la vez, les permitió a los investigadores de Edimburgo demostrar de forma directa la contribución genética a la inteligencia por primera vez. Y es interesante que hay muchos genes que cada uno hace una pequeña contribución, en vez de un par de “genes de la inteligencia”. A pesar de que demostraron la base genética para la inteligencia, la naturaleza precisa de esta base genética y cómo esto se traduce en un efecto sobre la inteligencia, todavía debe ser investigado a fondo.
Fuente: Inspiring Science
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