
Las sondas Voyager 1 y Voyager 2 cumplen durante estos días 35 años de viajes y exploraciones dentro del Sistema Solar.
Es la misión espacial más larga de la historia pero, además, ambas permanecen vivitas y coleando, viajando, siempre viajando, hacia donde ningún hombre ha ido jamás.
El 20 de agosto de 1977, la NASA lanzó al espacio a Voyager 2, seguida unos días después por su hermana Voyager 1.
Durante 35 años exploraron Saturno y Júpiter, sus misteriosas lunas (algunas con actividad volcánica, hielo… ¡y hasta atmósfera!), haciendo llegar a la Tierra las primeras fotografías cercanas de los gigantes de gas. Después se acercaron a Urano y Neptuno, que jamás habían sido vistos en detalle.
1) La luna Titán, como la Tierra, tiene una atmósfera, fotografiada por Voyager 1
2) La luna Io presenta actividad volcánica: erupción captada por Voyager 1
Actualmente, ambas sondas se encuentran en un estado sorprendente, teniendo en cuenta las peligrosas zonas que atravezaron (como las cercanías de Júpiter), y las temperaturas extremas que soportan, lejos del Sol.
1) Agua helada en la luna Ganímedes, descubierta por Voyager 2
2) La Gran Mancha Roja en Júpiter, fotografiada por Voyager 2
Lo más interesante, sin embargo, es el futuro de la misión, especialmente de Voyager 1.
La sonda se encuentra a punto de cruzar la heliopausa, el límite de la heliosfera, la burbuja donde nuestra estrella ejerce su influencia, donde la actividad del Sol se manifiesta en forma de rayos, energía y viento solar. En pocas palabras, el límite de nuestro Sistema Solar.
¿Qué hay más allá? En principio, lo que ya está captando la Voyager 1: restos de rayos emitidos por otras estrellas, o supernovas que explotaron en el pasado.
Ubicación de las Voyager en la heliosfera
Se espera que el proyecto Voyager continúe hasta que, dentro de 10 ó 15 años, los generadores dejen de reproducir energía y se desplacen naturalmente hacia quién sabe qué rincones de la Vía Láctea.